Emociones: Nuestra protección puede dañar

Nuestra protección a nuestros seres queridos puede dañar: En estos días me han repetido la queja, con diferentes tonos, personas que conocen que su memoria se ha deteriorado o bien que tienen un diagnóstico de enfermedad neurodegenerativa

– No quiero que no me dejen hacer nada
– No quiero que me acompañen a todas partes
– Quiero ir solo/a

-Hacen que me sienta peor de lo que estoy

Dos cosas -a simple vista- me parece que están en juego cuando alguien es más protegido de lo que necesita: su autonomía y su autoconcepto (y ligado a éste su autoestima).

A veces el camino más sencillo es el que mejor puede ayudarnos para saber qué hacer, en este caso considero que lo más sencillo es ponernos en el lugar del otro:

Supongamos que descubren que nuestra memoria ya no es la que era, que nos despistamos con mayor frecuencia o incluso nos acaban de dar un diagnóstico del tipo: «es posible que tenga la Enfermedad de Alzheimer». A la frustración y al dolor que conlleva constatar que perdemos capacidades, e incluso esperar que se vayan perdiendo más en un futuro, le sigue de inmediato la perdida de nuestra libertad:

1. De repente las personas que nos quieren no nos dejan hacer solos lo que hasta ayer hacíamos: salir solos, decidir solos, manejar nuestros propios asuntos, a veces incluso decidir qué ropa nos ponemos, qué comemos, qué dinero podemos llevar encima

«Está bien, me perdí una vez, pero entré a una tienda y pregunté y pudieron llamar a casa y no pasó nada» sucedía en el peor de los casos de los que me han hablado, otros no se han perdido nunca

2. Nuestro autoconcepto -la imágen que tenemos de nosotros mismos- y nuestra autoestima -nuestra evaluación más o menos positiva o negativa de quienes consideramos que somos- cambia necesariamente cuando -por la razón que sea- dejamos de ser capaces de hacer cosas que antes hacíamos, si además otros nos comienzan a ver como dependientes, si  además nos da miedo convertirnos en dependientes, no hay que ser muy imaginativo para comprender que nuestra autoestima se tornará más negativa

Así que si queremos ayudar a nuestro familiar lo mejor que podemos hacer es escuchar activamente, estar atentos a las señales verbales y no verbales: si nos pide que le dejemos ser autónomo es porqué lo necesita, y si no nos lo pide, tal vez sea que lo necesita más (ya que si le quitamos la autonomía antes de tiempo, antes de tiempo le estamos haciendo dependiente, y a lo mejor la frustración va por dentro o a lo mejor solamente está «tirando la toalla»)

Para terminar, es bueno que analicemos si tienen sentido ciertas actuaciones nuestras, tal vez podemos pedir que nos asesore un profesional: terapeuta ocupacional, psicólogo, geriatra para saber que cosas es conveniente que le dejemos hacer solo,  pero si tenemos que decidir por nosotros mismos basta con preguntarnos: ¿qué es lo peor que puede pasar? por ejemplo si una persona conserva la capacidad para resolver problemas y el razonamiento intacto, tiene preservadas sus habilidades sociales y conserva la movilidad, no ocurre nada porqué se mueva por una ciudad o por su barrio de manera autónoma, que -evidentemente- si se desorientara, está todavía capacitado para pedir ayuda como haríamos cualquiera de nosotros si deseamos llegar a una dirección y no sabemos cómo.Además podemos proporcionarle recursos para que en caso de que se perdiera le sea fácil re-encontrarse (llevar la dirección escrita o una pulsera o medalla con sus datos)

De verdad merece la pena esforzarse en pensar si lo que estamos haciendo beneficia o perjudica a nuestro familiar, muchas personas tenemos la tendencia a sobreproteger, y la sobreprotección daña: no hagamos con nuestro familiar cosas que no son necesarias, permitamos que siga siendo autónomo y que se sienta capacitado e independiente durante el mayor tiempo posible